Por Marcelo Gullo*
A partir del fin de la Guerra de Secesión (1865) existió, en los Estados Unidos, una perfecta armonía entre los intereses del estado norteamericano y los de la alta burguesía industrial norteamericana. Una alianza que, luego de la Guerra de Secesión, puso en marcha un gran proceso de industrialización impulsado por el Estado y protegido de la competencia externa por fuertes restricciones tarifarias, pararancelarias y subsidios, tanto encubiertos como desembozados . Este proceso de industrialización generó una enorme inmigración europea hacia los Estados Unidos, retroalimentando un mercado interno en creación y crecimiento permanentes y generando un verdadero “círculo virtuoso de crecimiento” cosa que, a su vez, consolidó, aún más, la originaria unión de intereses entre la alta burguesía y el propio estado norteamericano. Aquello que era bueno para la alta burguesía norteamericana era, también, bueno, para el propio estado norteamericano
El análisis histórico objetivo no deja duda alguna de que, después de la finalización de la Guerra Civil, los Estados Unidos adoptaron decididamente como política de Estado el proteccionismo económico y que, gracias a este sistema, protagonizaron uno de los procesos de industrialización, por su rapidez y profundidad, más asombrosos de la historia. En 1875, los aranceles para productos manufacturados oscilaban entre el 35% y el 45%. Recién en 1913, hubo una disminución de los aranceles, pero la medida fue revertida, apenas un año más tarde, cuando estalló la Primera Guerra Mundial. En 1922, el porcentaje pagado sobre los bienes manufacturados de importación, subió un 30%. En 1925, la tasa arancelaria promedio sobre los productos manufacturados era de un 37% y, en 1931, de un 48%.
Estados Unidos fue, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, el bastión más poderoso de las políticas proteccionistas y su hogar intelectual. Convertido luego de la Segunda Guerra Mundial en la más grande potencia industrial del mundo, en la economía industrial de más alta productividad y, estando, tanto el aparato industrial europeo como el japonés, seriamente destruidos, Estados Unidos, -tal como lo había predicho el presidente Ulises Grant-, después de haber usufructuado del proteccionismo económico, después de haber obtenido del régimen protector todo lo que este pudo darle adoptó el libre cambio y se convirtió en el bastión intelectual del libre comercio. [1]
Con la adopción del libre comercio durante 30 años, Estados Unidos obtuvo enormes benéficos. Aunque es preciso aclarar que, como lo había hecho Gran Bretaña en su momento, los Estados Unidos actuaron, también, con una deliberada duplicidad pues, mientras predicaban el libre comercio seguían manteniendo, para muchos productos, una enorme protección para-arancelaria que hacia del mercado norteamericano una fortaleza inaccesible. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se esmeró, a través de sus más prestigiosas universidades, en sostener para los otros países, los principios del libre cambio y de la libre actuación del mercado y sus grandes economistas condenaron como contraproducente, cualquier intervención del Estado en la economía. Imprimiendo a esa ideología de preservación de su hegemonía las apariencias de un principio científico universal de economía – tal como en su momento lo había hecho Gran Bretaña -, lograron, con éxito, persuadir de su procedencia a muchos otros Estados que, así, se constituyeron, pasivamente, en mercado para los productos industriales norteamericanos y permanecieron como simple productores de materias primas.
En la década de 1970, la completa recuperación industrial de Alemania y Japón, tolerada por Washington, durante la Guerra Fría, por una necesidad geopolítica imperiosa, hizo que los Estados Unidos no pudiesen obtener del sistema de libre comercio todos los beneficios que habían planificado pero, no representó un grave peligro para la economía norteamericana que seguía siendo altamente competitiva en numerosos rubros.
El sistema económico mundial, construido por los Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial para su entero beneficio, sólo va entrar en crisis cuando, en la década de ´70, se produzca el gran aumento de los precios del petróleo. Se produjo, entonces, el fenómeno inédito de la estanflación (inflación con recesión), la aparición de los llamados petrodólares y la preeminencia, a partir de entonces y, hasta nuestros días, del capital financiero y especulativo sobre el capital industrial. Es también, a mediados de la década del 70, que comienza a producirse la integración o disolución de la vieja alta burguesía industrial norteamericana en una nueva elite mundial transnacionalizada y, a medida que las empresas norteamericanas se convertían aceleradamente en empresas transnacionales, se producía una mutación total de sus respectivos ADN. La importancia de este fenómeno nos obliga a detenernos en la descripción del mismo.
La aparición de una nueva elite mundial transnacionalizada
Es en la década del 70 que, irrumpen en el escenario internacional, con inusitada fuerza, actores no estatales como las ONG (en numerosas ocasiones instrumentos del poder blando de los estados centrales), las internacionales de los grandes partidos políticos y las empresas transnacionales,. Todos esos actores comienzan, sin duda alguna, a tener un protagonismo creciente en el escenario internacional. Sin embargo, de entre todos ellos -producto del acelerado proceso de globalización económica que comienza a perfilarse en esos años- van a destacar, por su peso específico, las empresas transnacionales cuya expansión a nivel mundial –como subraya Henri Favre- que comienzan a provocar, a partir de mediados de la década del 70, quelas viejas altas burguesías nacionales – la norteamericana, la alemana, la inglesa, la francesa, la italiana, etc- se fueran progresivamente integrando en una nueva elite mundial transnacionalizada que no solo incluía –e incluye- a los accionistas de las grandes empresas transnacionales (que, por definición son apátridas cualquier que sea el país en que tiene su sede social la empresa) sino también a los dirigentes de estas. Importa resaltar que, como resultado de la preeminencia de las grandes empresas transnacionales en el sistema económico internacional, acontece, entonces, que, un dirigente empresarial norteamericano, miembro de la nueva elite mundial transnacionalizada, pueda tener más intereses en común con un dirigente empresarial chino o europeo que con su propio gobierno, lo que tiende a complejizar las relaciones entre los estados nacionales y las empresas transnacionales. Eso se agrega al hecho de que buena parte del capital de las transnacionales (la mayoría en el caso del de las europeas) comienza a estar poseído por extranjeros (si esta palabra tiene todavía sentido cuando se refiere a los accionistas de una compañía transnacional), es decir por no residentes en el país en que dichas transnacionales tenían – y tienen- su sede social.
Importa precisar, también, que las empresas transnacionales tienden a crear una verdadera cultura propia a la empresa, de tal manera que, por ejemplo, un ejecutivo de la filial de Taiwan pueda ser ascendido a director de la filial de México y luego a presidente de la empresa en Nueva York o París. La creación de una verdadera cultura propia a la empresa transnacional comienza a provocar que los ejecutivos de la misma tiendan a sentirse miembros de una gran familia transnacional, de tal manera que las lealtades hacia la empresa transnacional tienden a fortalecerse a expensas de las lealtades hacia la cultura de origen. La lealtad hacia la empresa se fortalece, entonces, a expensas de las lealtades hacia la patria. De esta forma se fueron creando las condiciones para que se pudiese producir, en determinadas circunstancias, una contradicción entre los intereses de la empresa transnacional (y de la elite que la conduce) y los del estado en el cual la empresa había nacido y tiene su sede social.
A modo de ejemplo es posible afirmar que hoy asistimos a una contradicción entre los intereses de la nueva elite mundial transnacionalizada y los intereses del pueblo y estado norteamericano, pues fue la fracción norteamericana de esa nueva elite mundial transnacionalizada la que promovió la desindustrialización de los Estados Unidos al deslocalizar los empleos allende el mar, provocando de esa forma un desempleo estructural nunca antes visto en los Estados Unidos. Es por ello que es posible afirmar que, la globalización neoliberal tiende no solo a desnacionalizar las economías, sino también a las sociedades y por lo tanto a debilitar la consistencia de los estados, no solo de los estados periféricos, sino, también, de los estados centrales.
Cuando el cazador cae en su propia trampa
Con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca, que sella la alianza de la elite político-militar norteamericana no ya, con la vieja burguesía industrial norteamericana, sino con la burguesía financiera internacional, los Estados Unidos adoptan como doctrina de Estado, el neoliberalismo.[2] Para salir de la crisis económica la elite política, intelectual y militar norteamericana cree que los Estados Unidos deben fomentar una nueva división del trabajo a nivel internacional donde los Estados Unidos se reservarían para sí mismos, la producción de la alta tecnología – que exigía gastos en investigación gigantescos que sólo el gran Estado norteamericano podía subsidiar- y el control de cuatro grandes monopolios a saber:
1.) Los monopolios que operan en el campo del control de los flujos financieros de envergadura mundial.
2.) Los monopolios que operan en el acceso a los recursos naturales del planeta, en este caso en alianza con el poder británico.
3.) Los monopolios que operan en el campo de las comunicaciones y de los medios de comunicación.
4.) Los monopolios que operan en el campo de las armas de destrucción masiva. [3]
Con el control de estos monopolios, la elite norteamericana pensaba que los Estados Unidos podrían anular los logros de la industrialización de la periferia, devaluando el trabajo productivo incorporado a esas producciones al mismo tiempo que sobrevaluaban el pretendido valor añadido incorporado a las actividades llevadas a cabo por los nuevos monopolios. Se produciría entonces, una nueva jerarquía en el reparto del ingreso a escala mundial, más desigual que nunca, subyugando a las industrias de la periferia y reduciéndolas al estatus de actividades menores.[4]
Fue, entonces, en el esquema de esa nueva división internacional del trabajo concebida por la elite político-intelectual estadounidense que, a inicios de esa década de los `80, comienza producirse, en los Estados Unidos de Norteamérica, un lento proceso de desindustrialización cuando, las principales empresas -que tenían instalada tanto su sede social como su producción industrial para el mercado norteamericano en el territorio de los Estados Unidos- , en busca de una mayor plusvalía, comienzan a trasladar la producción industrial de los Estados Unidos hacia los países del Asia. Cierto es que, este proceso de traslado de empresas norteamericana fuera de sus fronteras, ya se había producido, con anterioridad, hacia America Latina, por ejemplo. Así, durante las décadas de 1960 y de 1970, numerosas empresas norteamericanas habían instalado factorías para la producción de bienes industriales, principalmente en Brasil, Argentina y México. Pero, las empresas norteamericanas se trasladaban para fabricar productos destinados a la venta en esos mismos mercados. El giro que se produce a partir de los ’80 es absolutamente diferente porque a partir de la década de los ´80, las empresas originariamente norteamericanas pero transformadas ya en empresas trasnacionales comienzan, principalmente en Asia, a producir para los Estados Unidos. Es decir que las empresas transnacionales, instaladas en el Asia, comienzan a fabricar, con trabajo extranjero barato, productos que, luego, se venderían en el propio mercado norteamericano.
Hasta la década de 1980 lo que era bueno para la alta burguesía industrial norteamericana era bueno para los Estado Unidos pero, con posterioridad a esos años y hasta nuestros días, lo que es bueno para el capital industrial norteamericano – que instalado fuera de los Estos Unidos está obteniendo enormes ganancias gracias al bajo costo de la mano de obra -, no es bueno para el pueblo de los Estados Unidos que ha comenzado a sufrir los efectos del desempleo endémico y no es bueno para los Estados Unidos que sufre un déficit comercial crónico.
A nuestro entender, la crisis que atraviesan hoy, los Estados Unidos -más allá de cualquier recuperación posible de la economía norteamericana- es, más que una crisis económica, es una crisis estructural del poder norteamericano.
Desde nuestra óptica, estamos ante una crisis estructural del poder norteamericano porque, por primera vez desde 1865, hay una contradicción entre los intereses de la alta burguesía norteamericana y los intereses nacionales del estado norteamericano. Esto, no había pasado nunca, hasta ahora.
Un error en la concepción estratégica
Paradojalmente la elite política y militar norteamericana, influenciada fundamentalmente por el pensamiento estratégico de Alvin Toffler[5], fomentó y apoyó a la alta burguesía, cuando ésta, en busca de una mayor plusvalía, comenzó a trasladar la producción industrial de los Estados Unidos hacia los países del Asia. La idea sustancial del pensamiento estratégico de Toffler – aceptado en gran medida por la elite política y militar norteamericana – se basaba en que el poder pasaba, ahora, por la tecnología de punta.[6]
Esta idea, que en principio es cierta, posee, sin embargo, un error. Desde el punto de vista de la construcción del poder nacional, la constitución de un complejo aparato tecnológico no debía realizarse en desmedro del aparato industrial. Adoptar uno, no debía significar, desechar el otro. Sin embargo, partiendo de que el poder consistía, exclusivamente, en la posesión de la tecnología de punta, Estados Unidos, comenzó a especializarse, a través de un gran Impulso Estatal - proveniente del complejo militar-espacial-, exclusivamente en ella, desechando su aplicación a la industria básica común, perdiendo por ello, progresivamente, el liderazgo industrial.[7]
Conviene recordar al pasar que, el Estado norteamericano, subsidió ese desarrollo tecnológico dado que las compañías privadas no lo hubiesen podido hacer, nunca, por sí mismas (las computadoras y la Internet, por mencionar sólo algunos ejemplos, fueron desarrollos realizados, en principio, para el complejo aeroespacial-militar norteamericano). Se trataba de un subsidio “encubierto” que, a través del sistema militar-espacial, recibieron las compañías tecnológicas privadas norteamericanas.[8]
Si bien es cierto que el poder, pasa por la dominación de la alta tecnología, lo que no se contemplaba en ese análisis, realizado por la inteligencia norteamericana, es que se estaba convirtiendo a los Estados Unidos en una sociedad exclusivamente dedicada a los servicios y que, esos servicios, naturalmente volátiles, desplazaban a la más estable e inelástica producción industrial, la cual a su vez, es la principal fuente de empleo permanente y mucho más amplia en cuanto a su capacidad de absorber personal de la más amplia gama de capacitaciones . Entonces, a medida que los Estados Unidos transferían su proceso de industrialización al Asia, se desindustrializaban y perdían uno de los escalones de su poder nacional. Desde ese momento, y a partir de la supremacía de su moneda, empezaron a “vivir de prestado.”
Desde la llegada de Ronald Reagan, con una balanza comercial cada vez más desfavorable, la economía de Estados Unidos, comienza a vivir de una incesante emisión monetaria, con la cual, los Estados Unidos, importan todos los productos industriales que consumen. Dólares que terminan dinamizando la economía de las potencias rivales, mientras que, en los Estados Unidos, cada vez más trabajadores pierden sus puestos de trabajo. El desempleo, no toma dimensiones dramáticas de inmediato, porque un porcentaje de los desempleados industriales son absorbidos por el sector de servicios pero, con el paso del tiempo, los servicios, volátiles y de demanda sumamente elástica, por esencia, también van desapareciendo, haciendo que el desempleo, se vuelva crónico.
Ese, es el origen profundo de la crisis del poder norteamericano. Los problemas financieros que hoy vemos son, así, una consecuencia y no la causa. El verdadero origen estructural de la crisis, está en el traslado de la producción industrial de los Estados Unidos al Asia, porque la plusvalía que obtenía la alta burguesía norteamericana, era enorme, en comparación a la que podía obtener, en los Estados Unidos. Resulta evidente, entonces, que desde el punto de vista político y económico, Estados Unidos ya no es lo que era al finalizar la Segunda Guerra Mundial, ni lo que imaginó que podía ser, luego de la desaparición de la Unión Soviética.
¿Es posible un estado post industrial realmente poderoso?
Desde finales de la década del ’50, los Estados Unidos, gracias a la reacción desencadenada por un nuevo Impulso Estatal, lograron comenzar a construir un sector alta tecnología. De esa forma, comenzaron a elevar, nuevamente, el umbral de resistencia que las otras unidades políticas del sistema necesitaban alcanzar, para mantener su capacidad autonómica.
Sin embargo, es preciso aclarar que la sobreestimación de la Alta Tecnología como factor de poder, llevó a la elite política y militar de los Estados Unidos a cometer el error de subestimar la importancia del sector industrial como factor de poder. Si se sobreestima la importancia de la Alta Tecnología como factor de poder y se descuida el aparato industrial, se debilita la pirámide del poder. Una economía basada exclusivamente en la Alta tecnología, excluye a una masa laboral enorme que tiende, necesariamente, a pauperizarse. .
En efecto, la errónea concepción de que sería posible un Estado exclusivamente post-industrial capaz de prescindir de su anterior factor dinámico – la industria – es, posiblemente, el principal factor del notorio debilitamiento de economía norteamericana y, consecuentemente, del poder nacional de los Estados Unidos de Norteamérica. La creencia de que sólo produciendo tecnología y derivando sectores crecientes de la población al área de servicios para transferir el factor industrial a otros países más atrasados que se fueron convirtiendo, paulatinamente, en proveedores de todo tipo de bienes elaborados, generó una estructura laboral y productiva, notoriamente débil.
La Alta tecnología, por definición, es excluyente de mano de obra, y la poca que requiere, necesita de un grado de capacitación extremadamente elevado, poco factible de ser alcanzado por un alto número de habitantes.
Así, las grandes masas laborales van perdiendo sus empleos y pasando a sectores de servicios – notoriamente dependientes de los vaivenes económicos – y bajando, en consecuencia, la calidad de su empleo y su capacidad de consumo y repago. Una economía que no genera ingresos genuinos en cantidades suficientes – como sólo la industria y el mercado interno gigantesco que los Estados Unidos supieron crear en su momento – termina siendo incapaz de sostener el círculo virtuoso de crecimiento.[9]
Hoy, los Estados Unidos, gracias a la reacción desencadenada por un nuevo Impulso Estatal, se están convirtiendo en el primer Estado “post-industrial” de la Historia pero, a la vez, la sobrestimación de este factor, paradójicamente, está mellando, gravemente, la base original del poder nacional norteamericano.
Es que la derivación de la industria a terceros países está haciendo que los Estados Unidos se vean sometidos a vaivenes muy indeseables en su economía. Una economía cada vez más especulativa, y con peor calidad de ingresos que tiende a mantenerse sólo mediante un déficit creciente.
En definitiva, si los Estados Unidos no recomponen a tiempo su sector industrial, habrán sacado, por un error en la percepción del valor la Alta Tecnología, uno de los pisos fundamentales a su pirámide de poder.
En síntesis, la interpretación de Toffler, podría verse superada por la realidad de la incapacidad del nuevo factor para proveer de ingresos y energías suficientes, a la economía norteamericana. La crisis de las Punto.Com en los primeros años del siglo y la de las hipotecas de mala calidad en 2007/2008, estarían dando pautas de la faltante de un piso industrial, que asegure el superior.
Como hoy ya no es posible concebir un estado autónomo sin la incidencia determinante del manejo tecnológico propio, va quedando demostrado que tampoco es posible sustentar un estado poderoso, prescindiendo de la estructura industrial que no sólo lo posibilitó, sino que, a través de una producción y empleo genuinos le hacen posible sostenerse en lo más alto del escalón tecnológico superior. Algo así, como es de imposible llegar al peldaño más alto de una escalera, si se le sacan los inferiores en que el más alto se apoya.
Nuestra tesis fundamental, creemos corroborada por la realidad actual de los Estados Unidos, sería, que el poder nacional se construye mediante la acumulación de factores y no mediante el reemplazo de unos por otros como pretende Toffler. Para la construcción del poder nacional, la edificación de Alta Tecnología es condición necesaria pero no suficiente.
El abandono del neoliberalismo en la cuna del neoliberalismo
La crisis estructural del poder norteamericano llevó al abandono, en los hechos, de la doctrina económica, el neoliberalismo – que, por otro lado, era una especie de “ideología oficial” del estado norteamericano -, que postulaba, como principio científico, que el estado no debía, jamás, intervenir en el mercado. Sin embargo, a pesar de que Estados Unidos sigue siendo el portaestandarte del neoliberalismo fue, debido a la crisis, que, por ejemplo, “naves insignia” del poder norteamericano, como la General Motors, se convirtieron, prácticamente en empresas de propiedad del estado norteamericano. Contrariando la doctrina neoliberal y el supuesto principio científico de que el Estado no debe intervenir en el mercado, la administración Obama procedió a rescatar de la quiebra a General Motors de la cual, el estado norteamericano pasó a poseer, nada menos, que el 70% del paquete accionario. Así también, otro gran ícono de los Estados Unidos., el Citibank fue también, salvado de la quiebra. Y son sólo ejemplos resonantes.
Estos simples ejemplos, nos demuestran, por una parte, que estamos ante la crisis más profunda de la ideología neoliberal porque, además, esta crisis se produce en la propia cuna del neoliberalismo y, por otra parte, que nos encaminamos hacia un momento en el cual los estados periféricos tendrán la posibilidad de rechazar de forma absoluta, y ante su palmario fracaso, el paradigma neoliberal
¿Por qué? Por la sencilla razón de que los defensores de este modelo neoliberal, no encontrarán forma de defenderlo para aplicarlo en la Periferia dado que el mismo, ha fracasado en el propio Centro. Hoy, es el estado norteamericano, el que desembolsa millonarias sumas de dinero para rescatar a la General Motors, al sistema bancario y a tantas otras empresas. Todo lo contrario a lo que ellos mismos predicaron durante 30 años. Es el Estado el que interviene decisivamente en la economía para salvar una industria norteamericana, para salvar un banco norteamericano, y el que va a intervenir, de ser necesario, para salvar a una universidad norteamericana.
La caducidad del orden monetario internacional
Desde que estalló “oficialmente” la crisis económica internacional – con el famoso colapso del mega banco de inversiones “Bear Stern” en septiembre de 2008 -, se han sucedido una serie de reuniones del denominado “G-20”. En todas ellas, Estados Unidos tuvo como objetivo el de dejar fuera de la discusión, el gran problema de fondo: la caducidad del orden monetario internacional instaurado al terminar la Segunda Guerra Mundial, es decir el orden monetario basado en el reinado indiscutible del dólar como moneda mundial de reserva y cambio.[10] Terminada la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía del dólar, fue la expresión natural del victorioso poder norteamericano. Tal hegemonía monetaria fue una consecuencia lógica del poder estructural de los Estados Unidos. Aniquilado Japón, derrotada Alemania y completamente exhausta Gran Bretaña – debido a la calculadamente tardía entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial – la hegemonía del dólar constituyó, simplemente, la expresión superestructural del poder estructural de los Estados Unidos. En 1945, era el poder político, económico y militar norteamericano el que sostenía y sustentaba, la hegemonía del dólar como monedada de reserva y de cambio. A partir del 2009, se hace patente que ahora, es la hegemonía del dólar la que sustenta y sostiene el poder político, económico y militar norteamericano. Hoy, la hegemonía norteamericana se sostiene gracias al dólar, que detenta aún, el privilegio de persistir como principal moneda mundial de intercambios.
La realidad actual, indica que es el dólar el que hoy, sostiene al poder norteamericano y no – aquello que sería lógico -, que el poder norteamericano sustentase a su moneda. Este, es un hecho nuevo que, a la luz de los acontecimientos, resulta un cambio sustancial, irreversible por razones estructurales, pues no asistimos – como ya afirmamos – a una mera crisis coyuntural del poder norteamericano sino, a una crisis estructural del mismo.
Importa, por último, destacar que la preeminencia del capital financiero dentro de la estructura del poder estadounidense, ha hecho, hasta ahora, que la dirigencia política, en lugar de tratar de reconstruir las bases estructurales de la economía norteamericana, sólo haya atinado a crear, mediante una emisión monetaria gigantesca, un “Muro de Dinero”, a fin de tratar de contener el derrumbe de la economía norteamericana y, como lógica consecuencia, del propio poder norteamericano. [11]
La caducidad del actual orden político internacional
Importa resaltar que la crisis estructural del poder norteamericano se produce simultáneamente al extraordinario desarrollo industrial tecnológico del denominado grup BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y que este hecho podría llevar, hacia el año 2025, en el caso de que esos países continúen con sus actuales tasas de crecimiento – hecho que los convertiría en estados continentes plenamente industrializados – a la incorporación plena de los miembros del BRIC, al seno de la estructura hegemónica del poder mundial -que hasta ahora había estado integrada exclusivamente por Estados Unidos, los Estados más industrializados de Europa y Japón- y a la formación de un nuevo Sistema Internacional multicéntrico -hoy en ciernes-, es decir, a la conformación de múltiples centros de poder mundial y a la configuración, por lógica consecuencia, de nuevas periferias alrededor de esos nuevos centros de poder.
Resulta entonces altamente probable que la crisis estructural del poder norteamericano conduzca a la formación de un Sistema Internacional multipolar. Esos nuevos polos de poder se constituirán, lógicamente, en el nuevo directorio – formal o informal – del mundo. Ese directorio, formal o informal, del mundo estará conformado por los Estados Unidos que fue el primer estado en constituirse como un Estado continente industrial y que, a pesar de la crisis, conservaran factores de poder decisivos. Rusia, un estado continente en proceso de recuperación, a partir de Putin. China, un estado continente en un proceso de industrialización acelerado. La India, que prácticamente con la misma cantidad de habitantes que China es, también, un estado continente en proceso de industrialización. Por fin, un candidato a integrar ese directorio sería el núcleo duro de la Unión Europea, es decir Alemania y en menor medida Francia, (estados que han construido la unión monetaria europea a su entero beneficio, razón por la cual España, Italia, Grecia, Portugal y los otros estados que integran la unión han quedado completamente subordinados a los dictados de Berlín y París) si logran coordinar una política exterior y de defensa común. Por cierto, Brasil aspira a ocupar un lugar en esa mesa. Es preciso remarcar que Brasil -que se piensa a sí mismo, desde el comienzo de su vida independiente, como una potencia mundial-[12] es, hoy, el único país de la América del Sur que tiene vocación de actor global, que quiere tener un destino de potencia mundial y que está construyendo, paso a paso, el poder necesario para respaldar su aspiración. Recordemos, al pasar, que Argentina enterró esa vocación de potencia que hoy tiene el Brasil, con la muerte del presidente Juan Domingo Perón, el 1º de julio de 1974.
Los Estados que se sienten en esa mesa, integraran la nueva estructura hegemónica del poder mundial hoy en ciernes. [13]
Una lectura objetiva de la historia de la Política Internacional permite afirmar con claridad que siempre han sido y, seguirán siendo, las condiciones reales de poder, las que han determinado la ubicación y el rol de los Estados en el Sistema Internacional – incluidas en esas condiciones, la cultura de una sociedad y su psicología colectiva. Por lo tanto, una evaluación realista de los elementos que componen el poder nacional de los distintos estados presentes en el escenario internacional, hace prever que el Sistema Internacional, a mediados de la próxima década, estará caracterizado por la existencia de seis centros de poder y que estará marcado por una fuerte asimetría, en la que provendrán de los respectivos centros, las directrices regulatorias de las Relaciones Internacionales y hacia los nuevos centros se encaminaran, los beneficios, mientras las respectivas periferias serán proveedoras de servicios y bienes de menor valor, quedando, de este modo, sometidas a las normas regulatorias de los nuevos centros.
[1]. Aunque todavía en 1960, Estados Unidos mantenía un arancel promedio del 13%.
[2] Importa destacar que esa nueva alianzadio como resultado particular que la mayoría de los llamados políticos federales (senadores, diputados, gobernadores, funcionarios del gobierno federal) sean millonarios o dependan de la clase más rica de los Estados Unidos, para obtener su trabajo en Washington. Según el Center for Responsive Politics, entre 40 y 50 por ciento de los legisladores federales son millonarios (uno por ciento de la población total lo es); la riqueza personal en promedio de los 100 senadores es de 13.6 millones de dólares; la de un representante, de 3.4 millones. Como resultado general, esa alianza, hizo que los Estados Unidos ocupe el puesto 39 (de 136) entre los países más desiguales en cuanto a distribución del ingreso en el (el uno, Namibia, el más desigual, en tanto los países escandinavos son los más iguales, México por ejemplo ocupa el puesto 27); en este listado, Estados Unidos, está acompañado de cerca por países como Filipinas, Jamaica, Uganda, Costa de Marfil, Irán, Malasia y Nigeria, según cálculos del índice GINI compilados por la ONU.
[3]. El esquema de la nueva división internacional del trabajo pensada por la elite norteamericana y la conceptualización de los cuatro grandes monopolios, la hemos tomado del gran economista egipcio Samir Amin.
[4]. Al respecto ver, AMIN, Samir, El hegemonismo de Estados Unidos y el desvanecimiento del proyecto europeo, Madrid, Ed. El viejo Topo, 2001, págs. 40 y 41.
[5]. Alvin Toffler comenzó a influenciar de manera notable a la elite política y militar norteamericana en el año 1970 con la publicación de su primer libro titulado “El shock del futuro” donde sostenía la tesis de que la aceleración de la Historia acarreaba sus propias consecuencias, con independencia de las orientaciones reales del cambio, y que la simple aceleración de los acontecimientos y de los tiempos de reacción produce sus propios efectos, tanto si los cambios se perciben como buenos o como malos. Luego, en su obra “La tercera Ola”, publicada en 1979, Toffler divide la historia de la civilización en sólo tres partes: una fase agrícola de “primera ola”, una fase industrial de “segunda ola” y una fase de tecnológica anti-industrial de “tercera ola”, que recién estaba comenzando. Para Toffler, la aparición de la “tercera ola” se convierte en la clave para interpretar los dramáticos cambios que se producen en su entorno. La premisa revolucionaria que le permite interpretar y discernir el sentido de los acontecimientos. Los cambios que él observa en la familia, en la sociedad, en el estado, desde el quiebre de la familia tradicional, la difusión de cultos, el incremento del horario flexible, la aparición de los movimientos separatistas, la crisis del estado nación, no son, para Toffler, cambios aislados entre sí, frutos del azar, sino partes de un fenómeno mucho más amplio, “La muerte del industrialismo y el nacimiento de una nueva civilización”. (TOFFLER, Alvin, La tercera ola, Barcelona, Plaza&Janes, 1981.)
Años más tarde, Alvin Toffler, en su libro “El cambio de poder”, con el que cierra una trilogía dedicada a explorar el impacto del “futuro”, en la sociedad contemporánea, concibe al poder como un taburete de tres patas, conformado por la riqueza, la violencia y el conocimiento. Imagen que lo lleva a elaborar el concepto del “poder del equilibrio”. TOFFLER, Alvin, El cambio de poder, Barcelona, Sudamericana, 1999, p. 491.
[6]. Toffler sostiene que: “La era industrial bisecó el mundo en una civilización dominante y dominadora de la segunda ola e infinidad de colonias hoscas, pero subordinadas de la primera ola (Toffler entiende por sociedades de la primera ola a las sociedades agrícolas no industrializadas)… en ese mundo, dividido entre civilizaciones de la primera y de la segunda ola resultaba perfectamente claro quién ostentaba el poder.”
En la actualidad, afirma Toffler,“…la humanidad se dirige cada vez más deprisa hacia una estructura de poder totalmente distinta que creará un mundo totalmente dividido no en dos, sino en tres civilizaciones tajantemente separadas, en contraste y competencia: la primera, simbolizada por la azada, la segunda por la cadena de montaje y la tercera por el ordenador”TOFFLER, Alvin, Las guerras del futuro, Barcelona, Ed. Plaza&Janes, 1994, p.41.
[7]. La ciudad de Pittsburg es un ejemplo paradigmático del proceso de desindustrialización que vivió Estados Unidos. Pittsburg era conocida como el “Ruhr estadounidense”. Es decir: “…el corazón de la región del acero y el carbón. Su industria entró en colapso en la década del 80 y se perdieron la mitad de los empleos industriales, que hoy representan el 8% de la fuerza laboral. Treinta años después Pittsburg se ha convertido en uno de los centros de la industria de alta tecnología y de la salud norteamericanas, con 35 universidades y 100 centros de investigación. La industria sobreviviente se concentra en la robótica, la electrónica y la nanotecnología”. CASTRO, Jorge, “El G-20, en busca de retomar el control de las finanzasmundiales. Clarín, Buenos Aires, 9 de septiembre de 2009, p. 15.
[8]. Las investigaciones de la carrera espacial colocaron a las empresas estadounidenses en la vanguardia tecnológica, otorgándoles una ventaja competitiva extraordinaria, al mismo tiempo que modificaron la vida cotidiana en todo el planeta tierra. El láser, la fibra óptica, las tomografías computadas, el horno de microondas, el papel film y hasta las comidas congeladas, tuvieron allí, su origen. Las técnicas para deshidratar y congelar alimentos fueron desarrolladas por la NASA para que los astronautas llevaran su comida en celdas pequeñas y pudieran prepararlas fácilmente. También fueron frutos de la investigación espacial, los equipos de diálisis para el riñón que purifican la sangre, las técnicas que combinan la resonancia magnética y de tomografíascomputada para hacer diagnósticos fehacientes, las cámaras de televisión en miniatura que los cirujanos se colocan en sus cabezas para que sus alumnos observen una operación, las camas especiales para pacientes con quemaduras y hasta las frazadas térmicas que se usan en los hospitales. La investigación de la fibra óptica permite hoy escuchar un CD con un lector láser, que las centrales de celulares transmitan datos, o que se emita información bancaria y financiera, en tiempo real, desde y hacia cualquier lugar del mundo. Como destacaNoam Chomsky: “Desde la Segunda Guerra Mundial, el sistema del Pentágono-incluyendo a la NASA y al Departamento de Energía- ha sido usado como un mecanismo óptimo para canalizar subsidios públicos hacia los sectores avanzados de la industria…por medio de los gastos militares, el gobierno de Reagan aumentó la proporción estatal en el PIB a más de 35 por ciento hasta el año de 1983, un incremento mayor al 30 por ciento, comparado con la década anterior. La guerra de las galaxias (propuesta por Reagan) fue así un subsidio público (encubierto) para el desarrollo de la tecnología avanzada….El Pentágono, bajo el gobierno de Reagan, apoyó también el desarrollo de computadoras avanzadas, convirtiéndose – en palabras de la revista “Science”- “en una fuerza clave del mercado” y “ catapultando la computación paralela masiva del laboratorio hacia el estado de una industria naciente, para ayudar, de esta manera, a la creación de muchas “jóvenes compañías de supercomputación”.CHOMSKY, Noam y DIETERICH, Heinz, La sociedad global, Buenos Aires, Editorial 21, 1999, p.36
[9]Una de las consecuencias ms notables del proceso de desindustrialización nortemaericano el el escalofriante aumento de la pobreza infantil. El Fondo de Defensa de los Niños en su último informe anual titulado “El estado de los niños de Estados Unidos 2011 revela que uno de cada cinco menores de edad en Estados Unidos vive en la pobreza. Eso significa que 15.5 millones de niños y adolescentes (menores de 18 años) viven en la pobreza y que cada 32 segundos nace otro para sumarse a estas condiciones. El informe enfatiza que los más afectados son los niños de color, o sea, de minorías raciales y étnicas que hoy representan el 44% de todos los niños estadounidense, pero que serán mayoría para el año 2019. “Los menores de edad negros enfrentan una de las peores crisis desde la esclavitud, y en muchos rubros, los niños hispanos e indígenas americanos no están muy detrás”, advierte Marion Wright Edelman, presidenta del Fondo de Defensa de los Niños (CDF, por sus siglas en inglés).
[10]. En los primeros días de enero del 2011, el Presidente chino Hu Jintao, en una entrevista concedida conjuntamente a The Wall Street Journal y a The Washington Post, calificó sin eufemismos, al sistema monetario internacional basado en el dólar como un “producto del pasado” y aseguró que “un proceso moderadamente largo, llevará a la moneda china, a afirmarse en el plano internacional”. CLARIN,17 de enero de 2011, p. 19.
[11]. Walter Moore, en un interesante artículo titulado “Se derrumba el Muro del Dinero norteamericano” afirma: “El PBI de los Estados Unidos que en el año 2008, según el Banco Mundial, era de 14.305.700 millones de dólares, disminuyó durante el año 2009, en un 1,9% (o sea 0,275 billones de dólares). El déficit fiscal llegó, en el mismo período, a 3 billones de dólares y el déficit comercial a 0,57 billones de dólares. Todas estas pérdidas se han pagado, emitiendo dólares, gracias a lo cual, desde el año 2007, la base monetaria de Estados Unidos se ha multiplicado en un 250%. Según el Banco Mundial, en el año 2008, su déficit efectivo llegó a 10,2% de su BBI, o dicho de otra manera, los Estados Unidos están emitiendo dinero por 110% de su PBI, para pagar a sus proveedores internos (déficit fiscal) y a sus proveedores externos (déficit comercial), y eso no computa la enorme cantidad de dólares que otros países guardan en sus tesoros. Pero esa enorme masa de dinero no se ha destinado a movilizar el sistema productivo (la economía real), sino a impedir que colapsen los grandes bancos y organizaciones financieras. Y el resultado está a la vista, los bancos muestran balances con grandes ganancias, mientras que la cantidad de desocupados norteamericanos creció hasta casi un 10% de la población económicamente activa…La burbuja monetaria creada por la Reserva Federal norteamericana es gigantesca. (Además es preciso tener en cuenta que)… se estima que por cada dólar que circula en los Estados Unidos, hay 22 dólares dando vueltas por el mundo. Lo cual implica que, a medida que el prestigio del dólar se debilita, sus poseedores intentarán comprar bienes en los Estados Unidos para preservar el valor de sus papeles, con bienes reales. Y aunque sólo la mitad de esa enorme masa de dinero ingresara al circuito monetario de los Estados Unidos, multiplicaría más de diez veces la cantidad de dinero en circulación, lo cual generaría en los Estados Unidos un proceso inflacionario de tipo similar a la hiperinflación sufrida por la economía argentina durante la década de 1980.”
MOORE, Walter, Se derrumba el Muro de Dinero norteamericano,
[12]. Brasil, emergió del régimen colonial, “…como un Estado-imperio que formó la nación, atribuyéndose un manifiesto destino de potencia, no a través de la dilatación de las fronteras físicas (de lo cual ya no necesitaba más, aunque todavía anexase, a comienzos del siglo XX, el territorio de Acre con cerca de 500.000 kilómetros cuadrados), aunque sí, con su consolidación, y, posteriormente, con el esfuerzo del desarrollo económico, apuntando a aprovechar y transformar las riquezas naturales dentro de las existentes y a conquistar, de acuerdo con aquella percepción, un status de mayor autonomía en el sistema internacional de poderes. El hecho de que, al separarse de Portugal, mantuviera sin ruptura del orden político, la unidad de su vasta extensión territorial y que disfrutara de plena estabilidad política casi todo el tiempo del Imperio durante el siglo XIX, cimentó en sus elites y en su pueblo, una conciencia de grandeza, suficiencia y superioridad delante de los demás países de América Latina.”
MONIZ BANDEIRA, Luiz Alberto, Argentina, Brasil y Estados Unidos. De la Triple Alianza al MERCOSUR, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2004, págs ,543 y 544.
[13]. Sin embargo, es preciso aclarar que a ese nuevo multicentrismo no se llegará, sin pasar por un intenso periodo de confrontación, dado que, para Estados Unidos, aceptar una reducción de su papel en el escenario internacional o, incluso, un “reparto” de responsabilidades con Europa, Japón, Rusia, China, India y, Brasil, entrañaría una reforma del sistema monetario internacional, la pérdida del privilegio del dólar y, por lo tanto, lejos de permitir una recuperación sostenida y estructural de su economía, ahogaría el flujo de capitales que opera en su favor llevándolo al colapso económico abrupto que entrañaría, a su vez, el colapso estratégico militar por incapacidad de sustentar el gasto de su maquinaria bélica.
Nuestra principal hipótesis, es que, los Estados Unidos., debido, entre otros factores, a la crisis estructural que atraviesan, van a pasar, paulatinamente, de ser, una potencia global, a ser una potencia regional. Sin embargo, es necesario remarcar que los Estados Unidos no se van a resignar, por lo menos fácilmente, a pasar, de potencia global a potencia regional. Es razonable avizorar que el poder norteamericano presentará batalla – una batalla, posiblemente cada vez más virulenta – , en todos los frentes posibles. En tal sentido, es que creemos que el Sistema Internacional atravesará por un período de gran turbulencia. Durante este período, los Estados Unidos de Norteamérica, usarán tanto, su poder blando, como su poder duro, a fin de retrasar su paso de potencia global, a potencia regional.
En tal sentido, es que, por ejemplo, intentan expulsar a China del África Oriental. Esta operación ya ha comenzando por Sudán, aprovechando la terrible violación sistemática de los derechos humanos, que durante años, cometió el gobierno sudanés, -aliado tradicional de Beijing- contra la población cristiana del sur de Sudan, se patrocinó la partición de Sudan en dos estados independientes.
En cuanto a Eurasia, los Estados Unidos van a tratar de evitar algo que, para Europa, es fundamental: la alianza con Rusia. Europa necesita de Rusia y Rusia necesita de Europa. Mientras Rusia encontraría en Europa la tecnología y los capitales que necesita para su pleno desarrollo, Europa encontraría en el enorme territorio ruso, la energía y las materias primas que necesita para seguir sobreviviendo en un mundo que se encamina hacia una “crisis de pasaje”.
Una “crisis de pasaje” es aquella en que, tanto el viejo patrón energético como el viejo patrón de industrialización, no terminan de morir y los nuevos patrones, llamados a reemplazarlos, no terminan de nacer. Es un período de crisis existencial, porque de la disponibilidad de diversos minerales escasos e indispensables para el proceso industrial dependerá la existencia misma de las grandes potencias. Esta “crisis de pasaje” sólo podrá ser superada, por Europa, en alianza con Rusia. Este escenario conlleva, para los Estados Unidos, el peligro de perder a su tradicional vasallo europeo.
Publicado: Revista de la Escuela Superior de Guerra, Bs. As. Sep-dic. 2011. Nro 579. ISSN 0327-1137.
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