Fuente: Editorial de “El País” (Tarija, 25-05-13)

Como nuestro país ya tiene relaciones empresariales con la corporación coreana Samsung y al parecer esas relaciones se incrementarán, específicamente en el campo de la petroquímica, debemos conocer más sobre Samsung y sobre Corea en general, porque de ahí podemos aprender mucho.

Las última informaciones periodísticas señalan que Samsung Engineering está interesada en instalar el complejo petroquímico de Gran Chaco para producir etileno y polietileno, y que así lo aseguró el presidente de la surcoreana, Ki-Seok Park, a las autoridades del gobierno boliviano.
Además, el máximo ejecutivo de la empresa que está construyendo la planta de urea y amoniaco en Bulo-Bulo se comprometió a entregar esta obra en el segundo semestre del 2015, dentro de los términos del contrato.
Y ahora conozcamos algo más de Samsung y lo haremos gracias a datos encontrados en el último libro del escritor argentino Marcelo Gullo y del coreano Ha Joon-Chang. Samsung fue fundada en 1937 como una pequeña compañía exportadora de pescado y luego se convirtió en una importante compañía de productos textiles, gracias a los créditos y a las subvenciones de todo tipo que le otorgó el gobierno coreano.
En 1969, Lee Kung-Hee,  hijo del fundador de la empresa, creó Samsung Electrónics, que se convirtió, gracias también al fuerte apoyo que recibió del Estado coreano, en una de las compañías de aparatos electrónicos más importantes del mundo.
Pero el de Samsung no es un fenómeno aislado, porque de Corea figuran ahora en el mundo varios nombres, que compiten ventajosamente con los de industrias y productos estadounidenses, japoneses y de otros lugares del mundo.
Lo que queremos destacar es que Corea logró su actual desarrollo económico y social gracias a haberse subordinado oportunamente a las recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional y de otras entidades que manipulan la geopolítica.
Gullo, precisamente, enumera algunas de esas insubordinaciones coreanas que permitieron la actual “bonanza” del pequeño país asiático. Citaremos sólo las principales:
Una fuerte intervención del Estado en la economía, que dirigió el proceso de industrialización con energía.
La aplicación de aranceles proteccionistas, subvenciones y otras formas de ayuda estatal para aislar a la naciente industria coreana de la competencia extranjera.
El más estricto control de la inversión extranjera, permitiéndola solamente en determinados sectores y excluyéndola totalmente de otros sectores considerados en los planes coreanos de desarrollo como “estratégicos”.
El ejemplo coreano, por lo tanto, es digno de ser analizado y si es posible imitado, en este mundo donde algunos países subordinados sueñan aún con tratados de libre comercio, inversiones  indiscriminadas, vengan de donde vengan y para todos los sectores y otras recetas macroeconómicas que continúa impulsando el FMI y otros “padrinos” del modelo neoliberal.
Samsung, LG, Hyundai, Daewoo y otros nombres coreanos estrechamente ligados al éxito económico actual, son otros tantos modelos que no solamente debemos conocer sino, como ya dijimos, tratar de imitar.
Pero para hacerlo es indispensable por lo menos una dosis mínima de insubordinación.