En el mes de diciembre de 2013, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Bolivariana de Venezuela tomo oficialmente la teoría de la “insubordinación fundante”, elaborada por un académico argentino, el profesor Marcelo Gullo, como eje central de su política exterior. A partir de entonces, sus libros están circulando como un secreto a voces entre diplomáticos, legisladores y militares de toda América latina. La Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados lo tiene hoy a Marcelo Gullo como uno de sus principales referentes. Entrevista. Marcelo Gullo. Doctor en Ciencias Políticas
http://sur.infonews.com/notas/debemos-realizar-nuestra-insubordinacion-fundante-es-ahora-o-nunca Año 7. Edición número 324. Domingo 3 de agosto de 2014.
En el mes de diciembre de 2013, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Bolivariana de Venezuela tomo oficialmente la teoría de la “insubordinación fundante”, elaborada por un académico argentino, el profesor Marcelo Gullo, como eje central de su política exterior. A partir de entonces, sus libros están circulando como un secreto a voces entre diplomáticos, legisladores y militares de toda América latina. La Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados lo tiene hoy a Marcelo Gullo como uno de sus principales referentes. Entre los libros de Gullo que hoy recorren América latina figuran Argentina Brasil: la gran oportunidad, La insubordinación fundante, Insubordinación y Desarrollo, La historia oculta, Conversaciones con Alberto Methol Ferre y Víctor Raúl Haya de la Torre: la lucha por la Patria Grande. El currículum académico de Marcelo Gullo es envidiable. Doctor en Ciencia Política por la Universidad del Salvador, con una maestría en Relaciones Internacionales en el Institut de Hautes Études Internationales de la Universidad de Ginebra, se graduó en Estudios Internacionales en la Escuela Diplomática de Madrid. Sin embargo, Marcelo Gullo prefiere presentarse simplemente como un discípulo del sociólogo brasileño Helio Jaguaribe y del filósofo uruguayo Alberto Methol Ferré. –Venezuela ha recurrido a su teoría de la “insubordinación fundante” para elaborar el documento guía de su política exterior. Anteriormente, en casi todos los países latinoamericanos, se tomaban las teorías elaboradas en Europa o Estados Unidos. ¿Lo consultó Chávez o Maduro? –No he tenido directamente ningún contacto con el presidente Chávez ni con el presidente Maduro. Aconteció que Horacio Ghilini y Mario Morant, ambos dirigentes del Sindicato Argentino de Docentes Privados, se entrevistaron con Chávez y le regalaron mi libro La insubordinación fundante. Chávez lo leyó y lo tomó como su libro de cabecera pero, luego, el presidente Chávez enfermó y no tuve, lamentablemente, la oportunidad de reunirme con él. –¿Qué significa para usted que Venezuela haya tomado su teoría de la insubordinación fundante? ¿Hay indicadores para medir el éxito de la aplicación de su teoría? –Desde lo personal un enorme orgullo, una gran satisfacción. Desde lo político, significa que Venezuela ha comprendido que una política exterior independiente debe ir acompañada de un proceso de industrialización y desarrollo que sólo puede lograrse a través de la realización de una insubordinación fundante. Significa que Venezuela ha comprendido que el único camino para superar el subdesarrollo consiste en realizar una “insubordinación fundante”. Es decir, que Venezuela ha comprendido que el análisis objetivo de la historia nos hace ver que todos los procesos emancipatorios exitosos son el resultado de una adecuada combinación de una insubordinación ideológica contra el orden ideológico establecido por las potencias hegemónicas (hoy, el neoliberalismo y el libre comercio absoluto) más un adecuado impulso estatal que lleva a los recursos del Estado que están en potencia al acto. Venezuela, tomando la Teoría de la insubordinación fundante como doctrina oficial ha comenzado un proceso de insubordinación ideológica pero, ahora, el gobierno de Venezuela tiene que acertar en la segunda fórmula de lo que es una insubordinación fundante, es decir un adecuado impulso estatal. Si no se elimina la corrupción generalizada, si no hay una conducción eficiente del Estado, si no se concibe una estrategia exitosa y realista de industrialización y puesta en valor de todos los enormes recursos que Venezuela posea, desde la agricultura a la minería, el proceso fracasa. Quiero decir con esto que Venezuela, por ejemplo, es hoy un importador neto de alimentos, cuando Venezuela tiene una llanura extraordinaria que podría producir una enorme cantidad de alimentos para su pueblo y el mundo. Venezuela es un país que comete hoy el error de tener petróleo y destilarlo fuera de su territorio, tiene seis destilerías en Estados Unidos. Exporta petróleo crudo, no exporta plástico, no exporta fertilizantes. Venezuela tiene que pasar a la etapa de industrialización del petróleo. Hay que dejar atrás la etapa de simple exportador de materias primas sin industrializar. Hay que pasar a la etapa de la industrialización de Venezuela. Pero un proceso de insubordinación fundante no lo hace un hombre, lo hace un hombre acompañado de su pueblo con una enorme cantidad de cuadros incorruptibles que deben ser eficientes en la tarea de organizar esa insubordinación, eficientes para poder levantar una fábrica, eficientes para controlar las empresas del Estado y para poder producir un verdadero proceso de cambio estructural. –¿Qué significado tiene para usted el actual proceso de integración que está viviendo la región por el que tanto luchó Hugo Chávez? –Nosotros tenemos la obligación de luchar por la superación de la pobreza, de extirpar de la América latina la pobreza y la miseria. Ahora bien, para superar la pobreza tenemos que realizar nuestra insubordinación fundante, tenemos que industrializarnos y ahí entra el tema de la necesidad de la unidad latinoamericana para formar un gran mercado a escala que nos permita una industrialización tecnologizante, porque nuestros países –a excepción del Brasil y de México, si no hubiera estado tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios– no pueden realizar un proceso de ese tipo a gran profundidad. –Sin embargo, desde los sectores de derecha del mundo político y académico se sostiene que la unidad latinoamericana es una utopía. ¿Usted no cree que algo de razón tienen? –Es preciso aclarar que la construcción de la Patria Grande, es decir, la realización de la unidad continental, no es una “utopía”, dado que el carácter de “utopía” no le corresponde, pues esta unidad a que aspiramos tuvo ya un lugar en la historia, existió, efectivamente, durante tres siglos. Los tres siglos presentados como malditos por la historia oficial, por el mitromarxismo, como decía Abelardo Ramos. –¿Podría resumir en pocas líneas el concepto de “insubordinación fundante” que es a su entender la clave de todo proceso emancipatorio exitoso y del desarrollo de las naciones? –Todas las naciones que llegaron a convertirse en países industriales, en naciones desarrolladas, lo hicieron desobedeciendo conscientemente los mandatos del liberalismo económico, del libre comercio y los principios de la división internacional del trabajo. Lo que sucede es que esto se desconoce porque hay una falsificación de la historia –construida desde los centros hegemónicos del poder mundial– que oculta el camino real que recorrieron las naciones hoy desarrolladas para construir su poder nacional y alcanzar su actual estado de bienestar y progreso. Todas las naciones que se convirtieron en grandes países industriales llegaron a serlo, realizando un proceso de “insubordinación fundante”, es decir, renegando de algunos de los principios básicos del liberalismo económico, en especial de la aplicación del libre comercio, y aplicando un adecuado impulso estatal que, en muchos casos, se manifestó en un fuerte proteccionismo económico; pero hoy, esos mismos países aconsejan a los países en vía de desarrollo o subdesarrollados la aplicación estricta de una política económica ultraliberal y de libre comercio como camino del éxito. –¿No le parece un poco fuerte afirmar que países como Estados Unidos, Alemania o Japón han falsificado sus respectivas historias? –Mire, nosotros los argentinos en esto de la falsificar la historia conocemos mucho. La hemos sufrido en carne propia pero voy directo a responder su pregunta. En mis dos obras principales La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones y en Insubordinación y Desarrollo. Las claves del éxito y el fracaso de las naciones realicé el estudio de todos los procesos exitosos de desarrollo e industrialización, el de los Estados Unidos, el de Alemania, el de Japón, el de Canadá, el de Corea del Sur, y esa investigación me permitió comprobar fácticamente que todos ellos tuvieron (más allá de las diferencias y particularidades de cada uno, producto de los enormes contrastes religiosos, culturales, geográficos y políticos que los separan) una característica básicas en común: fueron el resultado de una “insubordinación fundante”, es decir, de una conveniente conjugación de una actitud de insubordinación ideológica para con el pensamiento dominante, y de un eficaz impulso estatal que provoca la reacción en cadena de todos los recursos que se encuentran en potencia en el territorio de un Estado. No hay duda alguna que los miembros del club de los países ricos del mundo, como Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, Japón, Canadá, Australia, Corea del Sur se hicieron ricos contrariando los principios del liberalismo económico y el librecomercio. Lo que sucede es que cada vez que un nuevo socio entra al club, cada uno en un momento histórico, y se desarrolla y adquiere poder, imita lo que antes Inglaterra: predicar todo lo contrario de lo que hizo para llegar a ese grado de desarrollo. –¿No le parece un poco exagerado el peso que usted le atribuye a la falsificación de la historia que realizan los países hoy ricos en la cuestión del desarrollo o el subdesarrollo? –No, todo lo contrario, porque sólo los países que comprendieron que había una falsificación de la historia han logrado insubordinarse ideológicamente, sacarse de encima la subordinación ideológica del fundamentalismo liberal librecambista, y aplicando un impulso estatal adecuado, realizar lo que yo llamo una insubordinación fundante. El ejemplo de este proceso lo encarnan los miembros del club de países ricos del mundo, como Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, Japón, Canadá, Australia. No tengo duda alguna que desentrañar la falsificación de la historia es fundamental para la comprensión de las claves del fracaso y el éxito de las naciones en el devenir de la historia. Pero, sobre todo, es esencial para nosotros los latinoamericanos, pues, Dios nos ha hecho nacer en una de las regiones más ricas del mundo y, sin embargo, la mayoría de nuestros hermanos viven todavía en la pobreza y la miseria más absolutas. De esto Dios no pedirá cuenta y nos dirá: tuve hambre y no supieron darme de comer, estuve enfermo y no supieron curarme… –Vemos a diario cómo políticos, periodistas y académicos ponen a Corea del Sur como ejemplo del buen resultado de las políticas del libre mercado. ¿El ejemplo de Corea del Sur no contradice su teoría de la insubordinación fundante? –Cuando se estudia en profundidad el ejemplo de Corea del Sur vemos claramente cómo nuestra clase política y nuestros intelectuales, colonizados ideológicamente, le atribuye el milagro coreano al santo equivocado. Mayoritariamente nuestras elites políticas creen que los sucesivos gobiernos coreanos, siguiendo sensatamente los principios “científicos” de la economía clásica y neoclásica habrían intervenido muy modestamente para apoyar la iniciativa privada y garantizar el libre juego de las fuerzas del mercado, adhiriéndose siempre al libre comercio. Desconocen que Corea del Sur aplicó en realidad un conjunto de políticas económicas que contradicen totalmente al modelo neoliberal. –Profesor Gullo, creo que sería muy importante que nos enumere los principios básicos de ese “milagro coreano” que, según usted, una gran parte de la clase dirigente se lo ha atribuido al santo equivocado. –Con mucho gusto. Pero quisiera aclararle que no estoy proponiendo ni imitar el caso coreano ni el caso japonés ni el caso canadiense. Cada país de debe realizar, a su manera, su propia insubordinación fundante. Pero volviendo a su pregunta podemos decir que en el caso coreano son siete los principios básicos: Una fuerte intervención del Estado en la economía que dirigió el proceso de industrialización con mano de hierro. La aplicación de aranceles proteccionistas, subvenciones y otras formas de ayuda estatal para aislar a la naciente industria coreana de la competencia extranjera. La realización desde el comienzo de una reforma agraria radical. La aplicación de un modelo de industrialización por sustitución de importaciones durante 25 años, que se fue convirtiendo progresivamente en sustitución de exportaciones, paso que no habría sido posible sin el paso anterior. La creación de empresas de propiedad estatal para producir todo lo que el sector privado no estuviese en condiciones de hacer. El control del Estado sobre el sector bancario dado que el gobierno era propietario de casi todos los bancos. La aplicación de una planificación económica a través de planes quinquenales. El caso de Corea del Sur es el caso más claro de que hay una falsificación de la historia –construida desde los centros hegemónicos del poder mundial– que oculta el camino real que recorrieron las naciones hoy desarrolladas, es decir, industrializadas, para alcanzar su actual estado de bienestar y progreso. –¿No le parece un poco simplista aplicar las mismas categorías, la misma teoría para explicar el éxito o el fracaso de todas las economías latinoamericanas? –Sin lugar a dudas hay razones de carácter particular que explican el porqué Colombia, Argentina o México no son países desarrollados, pero creo que puede encontrarse un común denominador que da cuenta del fracaso en superar la pobreza de todas nuestras repúblicas. Seguramente la terrible e histórica corrupción de nuestra clase dirigente ha jugado un rol principal, pero la explicación fundamental debemos buscarla en que, nuestras elites políticas subordinadas ideológicamente, desconocen el camino que realmente siguieron países como Estados Unidos, Alemania, Japón Canadá, Australia o Corea del Sur para convertirse en potencias industriales. –¿Usted cree posible que la Argentina lleve adelante un proceso de insubordinación fundante? –Creo que ahora estamos en condiciones por razones de orden interno y porque hay, para la Argentina, un mayor margen de maniobra. La Argentina está por primera vez en condiciones de realizar su insubordinación fundante. Esto no era posible en el bienio 2000/2001, porque en ese momento la Argentina era, como he dicho muchas veces, como una persona a la que le pasó un camión por encima. Ahora, ya salimos del Hospital, así, estamos en condiciones de concretar nuestra insubordinación fundante. –¿En qué consistiría ese mayor margen de maniobra? –En que por primera vez, y esto para los argentinos es una situación única, que no se dio nunca, la potencia hegemónica es una (por Estados Unidos), el comprador principal es otro (China) y el dueño de la infraestructura es otro (los capitales de la Unión Europea). Esto no se había dado nunca en la historia argentina. Esto posibilita un margen de maniobra que nosotros nunca hemos tenido. La Argentina, por primera vez tiene un margen de maniobra que no ha tenido nunca. Porque a lo largo de nuestra historia, la potencia hegemónica era la misma que el comprador principal de nuestros productos. Y también era el dueño de la infraestructura. Cuando eso pasa, tu margen de maniobra es casi igual a cero. Le voy a poner un ejemplo: cuando el Presidente Juan Domingo Perón intento llevar a cabo un proceso de insubordinación sufrió un boicot gigantesco, que fue el que finalmente lo tumba. Porque, hay que aclarar que el gobierno de Peron no pudo cumplir con todos sus objetivos por el boicot anglo-norteamericano de la incovertibilidad de la libra y el impedimiento de que los países utilizaran los dólares del Plan Marshall para comprar productos en la Argentina. Cuando los ingleses decretan la inconvertibilidad de la libra, el primer ministro británico dice: “Con esta medida hemos herido de muerte el ambicioso proyecto industrializador de Perón”. Hoy, a diferencia de los años ’50 del siglo pasado, la potencia hegemónica sigue siendo Estados Unidos, que lo va a seguir siendo por un largo período; el comprador principal es China, o el Asia, si usted quiere, para lo cual agrego a la India; y los dueños de la infraestructura son casi todos capitales europeos. Esto posibilita un margen de maniobra que nosotros nunca hemos tenido. Ahora, ese margen de maniobra inevitablemente se va a cerrar. Y eso es lo que nos da hoy, estratégicamente, una ventana de oportunidad no mayor de entre 25 y 30 años. –¿Por qué sostiene usted que esa ventana de oportunidad se va a cerrar inexorablemente? –Porque al final China va a ser cohegemónico con Estados Unidos y cuando China sea cohegemónico con Estados Unidos, lo que va a hacer China –ya está empezando– es comprar la infraestructura de todos los países que le venden materias primas. Los chinos van a comprar todo lo que puedan de infraestructura, a cualquier precio, porque el precio no les importa: quieren cambiar un papelito verde (el dólar) que cada año se devalúa más por activos físicos. Y cuando sean cohegemónicos, cuando sean los dueños de la infraestructura y sean también el comprador principal, y a su vez intenten comprar también parte de la deuda, nuestro margen de maniobra va a hacer igual a cero; estamos en condiciones de concretar nuestra insubordinación fundante. Pero, esta vez, la característica de nuestra insubordinación fundante debe ser distinta de las de 1835, con Rosas, o de la de 1943, con Perón. Esta vez ese proceso debería realizarse en conjunto, con la América del Sur, que debería realizar su insubordinación fundante en bloque. Debemos realizar la unidad continental. Para todo esto tenemos una ventana abierta que no durara más de 25 años. Por eso, nuestra insubordinación fundante debemos realizarla ahora o nunca.
*Presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino.
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